Adulterio.
Si bien el Decálogo y, tras él, los profetas condenan de manera absoluta el adulterio, la fidelidad exigida a los dos esposos por el matrimonio no será revelada plenamente sino por Cristo. Pero la fidelidad total exigida a la mujer desde la antigua alianza puede simbolizar a la que Dios aguarda de su pueblo; así los profetas condenan la infidelidad a la alianza como un adulterio espiritual.
1. Matrimonio y adulterio.
El adulterio, prohibido (Éx 20,14; Dt 5,18; Jer 7,9; Mal 3,5), recibe en la ley una definición restringida: es el acto que viola la pertenencia de una mujer a su marido o a su prometido (Lev 20,10; Dt 22,22ss). La mujer aparece como una cosa del hombre (Éx 20,17) más bien que como una persona que forma con él una sola en la fidelidad de un amor mutuo (Gén 2,23s). Este rebajamiento de la mujer está vinculado a la poligamia, que se hace remontar a un descendiente de Caín caracterizado por su violencia (Gén 40,19). La poligamia será tolerada durante largo tiempo (Dt 21,15; cf 17,17; Lev 18, 18); sin embargo, los sabios, que muestran la gravedad del adulterio (Prov 6,24-29; Eclo 23,22-26), invitan al hombre a reservar su amor a la mujer de su juventud (Prov 5,15-19; Mal 2,14s). Más aún: condenan la frecuentación de las prostitutas, aunque esto no hace al hombre adúltero (Prov 23,27; Eclo 9,3.6).
Jesús, cuya misericordia salva a la mujer adúltera, aun condenando su pecado (Jn 8,1-11), hace patentes todas las dimensiones de la fidelidad conyugal (Mt 5,27s.31 s; 19,9 p), que liga al hombre con la mujer (Mc 10, 11); los liga indisolublemente (Mt 19,6) e interiormente (Mt 5,28); es adulterio casarse después de un divorcio; es cometer adulterio en el corazón desear unirse a otra que no sea la propia esposa. San Pablo recuerda que para evitar este pecado que excluye del reino hay que buscar en el amor la fuente de la fidelidad (Rom 13,9s). Así se evitará mancillar la santidad del matrimonio (Heb 13,4).
2. Alianza y adulterio.
La alianza que debe unir al hombre con Dios por un vínculo de amor fiel es presentada por los profetas bajo el símbolo de un matrimonio indisoluble (Os 2,21s; Is 54,5s) (cf. esposo); así, la infidelidad del pueblo es estigmatizada como un adulterio y una prostitución (Os 2,4), pues el pueblo se entrega al culto de los ídolos como una prostituta se entrega a sus amantes, por interés (Os 2,7; 4,10; Jer 5,7; 13,27; Ez 23,43ss; Is 57,3).
Jesús reasume la imagen para condenar la falta de fe; llama “generación adúltera” a los incrédulos que exigen signos y a los infieles que se avergüenzan de él y de su Evangelio (Mt 12,39; 16,4; Mc 8,38). Santiago a su vez trata de adúltero todo compromiso entre el amor de Dios y el amor del mundo (Sant 4, 4). A través de estas condenaciones se pone de relieve la fidelidad absoluta que es al mismo tiempo fruto y exigencia del amor.
MARC-FRANÇOIS LACAN