La devoción al Corazón de María es muy antigua, tiene su origen en el Evangelio: «María por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón». «Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón» (cfr Lc 2, 19; Lc 2, 51). Tuvo representantes muy destacados en la edad media como Santa Gertrudis y Santa Matilde, y su gran Apóstol y propagandista en San Juan Eudes, quien en el siglo XVIII la difundió con gran celo. La fiesta del Inmaculado Corazón de María se celebra el tercer sábado después de Pentecostés.
1. REVELACIONES SOBRE EL SAGRADO CORAZÓN DE MARÍA
2. GRANDES EXPONENTES DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
3. VARIOS SANTOS Y AUTORES HABLAN DEL CORAZÓN DE MARÍA
4. EL ECUADOR, PRIMER PAÍS CONSAGRADO AL CORAZÓN DE MARÍA
5. TEMPLOS DEDICADOS AL SAGRADO CORAZÓN DE MARÍA
6. LETANÍAS DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
7. CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
Santa Matilde tuvo algunas revelaciones sobre el Corazón de María. El mismo Jesucristo le enseñó a honrar al Corazón de la Divina Madre con las diez salutaciones siguientes:
1. Te saludo de lo íntimo de mi alma, Corazón virginal de la Santísima Madre de Cristo, por la afluencia de todos los bienes, con los cuales fuiste gratísimo a Dios y beneficioso a los hombres.
2. Te saludo, Corazón Purísimo de la niña, que fue la primera en hacer voto a su virginidad.
3. Te saludo, Corazón humildísimo de aquella que más que nadie mereció concebir del Espíritu Santo.
4. Te saludo, Corazón devotísimo y deseosísimo, que llevaste a Cristo en las entrañas de María.
5. Te saludo, Corazón llenísimo de caridad, ardentísimo en el amor de Dios y a los hombres.
6. Te saludo, Corazón fidelísimo, que conservaste diligentemente todas las palabras y las obras de Jesús.
7. Te saludo, Corazón pacientísimo, llagado continuamente con la espada de la pasión de Cristo.
8. Te saludo, Corazón excelentísimo de la piadosa Madre, que quiso y hasta prefirió que su Hijo único fuese inmolado por la redención del mundo.
9. Te saludo, Corazón grandemente solícito en las oraciones, intercediendo continuamente por la joven Iglesia.
10. Te saludo, Corazón diligentísimo en la contemplación, que con tus méritos alcanzas la gracia de los hombres».
En su libro de las Revelaciones, dirigiéndose en tercera persona, Santa Matilde escribe lo siguiente:
“Saluda al Corazón virginal de mi Madre en la superabundancia de los dones admirables en Él recogidos. Ella ha sido la más santa de todas las criaturas... la más humilde..., la más piadosa y recogida..., la más amante de Dios y del prójimo..., la más inteligente..., la más paciente..., la más fiel..., y sacrificó su Hijo único por la salud del mundo. Ha empleado mejor que nadie su oración, rogando por la Iglesia desde sus principios. En fin, ha sido la más perseverante en la contemplación, y con ello alcanza cada día tantas gracias para los pobres mortales”.
Santa Brígida tuvo una visión en la cual la Virgen le describió los crueles dolores que soportó su amantísimo Corazón, junto al Corazón de su querido hijo:
“Mi Hijo, -dice ella- era para mí verdaderamente como si fuera mi corazón. Por esto, cuando salió de mis entrañas al nacer al mundo, me parece que la mitad de mi Corazón salía de mí. Y cuando Él sufría, sentía yo el dolor, como si mi corazón hubiera sobrellevado las mismas penas y sufrimientos, los mismos tormentos que él sufría. Cuando mi Hijo era flagelado y desgarrado a latigazos, mi corazón era flagelado y desgarrado con él. Cuando él me miraba desde la cruz, y cuando yo le miraba, salían dos torrentes de lágrimas de mis ojos; y cuando me vio oprimida de dolor, sintió una angustia tan violenta a vista de mi desolación, que el dolor de sus llagas le parecía amortiguado. Me atrevo a decir, pues, que su dolor era mi dolor, tanto como su Corazón era mi Corazón. Porque, como Adán y Eva vendieron al mundo por una manzana, mi amado Hijo ha querido también que yo haya cooperado con él para rescatarlo con un mismo Corazón”.
San Juan Eudes es llamado “Padre, Doctor y Apóstol” del culto a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Fue el autor y propagador de una admirable obra que lleva por título: “EL CORAZÓN ADMIRABLE DE LA MADRE DE DIOS”. En una parte de su obra expuso con sutileza el MAGNÍFICAT[6].
San Juan Eudes, consagró esta obra a la Virgen con esta dedicatoria:
AL DIGNÍSIMO CORAZÓN DE LA MADRE DE DIOS
“A vuestro sacratísimo Corazón, oh Madre del amor hermoso, me atrevo a presentar y consagrar, con el mayor respeto posible, esta obrita compuesta únicamente para vuestro amor y gloria, pues a ese tan amable Corazón le pertenece por una infinidad de títulos:
A vuestro Corazón, que es imagen viva, trasunto perfecto, primer fruto e hijo primogénito del Divino Corazón de la Santísima Trinidad y, por consiguiente, heredero suyo, con derecho a tomar posesión de cuanto a ella se refiere.
A vuestro Corazón, a quien el Padre eterno ha dado todas las cosas al darle su propio corazón, es decir, a su Hijo muy amado. A vuestro Corazón, a quien el Hijo de Dios le ha dado todo entregándosele a sí mismo.
A vuestro Corazón, a cuyo amor ha confiado el Amor esencial -el Espíritu Santo-, las obras todas de su infinita bondad, ya que el amor entrega todo al amor, y sobre todo, a un amor como el del Corazón virginal de su Santísima Esposa.
A vuestro Corazón, que por un apretado vínculo de amor y de caridad, forma un único Corazón con el de Jesús, por lo que todo cuanto existe en cielos y tierra está sometido a su imperio.
A vuestro Corazón, libro de vida, libro vivo e inmortal, el primero de todos, en el que, de propia mano y con letras de oro, escribió el Espíritu Santo la vida admirable del Salvador del mundo; por cuyo motivo de él dependen y a él están sometidos todos los demás libros.
A vuestro Corazón, el más puro, el más hermoso, rico, noble, generoso, dichoso, sabio, poderoso, benigno, bondadoso, misericordioso, liberal, caritativo, amable, amoroso, el más amado, y el más excelente de todos los corazones, al que éstos deben, en consecuencia, atribuir y ofrecer los frutos de bondad que con la ayuda divina pueden producir.
A vuestro Corazón que, por ser Rey y Soberano de todos los corazones, es también con todo derecho, Rey y Dueño absoluto de cuanto existe en el universo.
A vuestro Corazón, en fin, a quien, por divina misericordia, he entregado y consagrado desde mi niñez, mi corazón, mi cuerpo, mi alma, tiempo y eternidad, todo el haber y poseer de mi ser y de mi vida.
Recibid, pues, dignísimo Corazón de mi adorada Señora y queridísima Madre, la ofrenda que de este libro os hago, en honra de cuanto sois y en acción de gracias por los beneficios recibidos de Dios por vuestra mediación. Dignaos darle vuestra bendición e infundidle vuestro espíritu y virtud, para que predique en el mundo entero vuestras admirables perfecciones, atraiga poderosamente y estimule con eficacia a los corazones de sus lectores a amaros y honraros e imitar vuestras virtudes que tienen su trono y su reinado en vuestro interior.
Recibidle también, si os place, no solo como un libro, sino como una bandeja en que os presento mi corazón junto con los corazones de mis Hermanos y Hermanas, suplicándoos humildemente que los ofrezcáis y depositéis irrevocablemente ante su Divina Majestad, y que ella destruya y reduzca a la nada cuanto en ellos le desagrade; que los desligue completamente del mundo y de las cosas de la tierra; les una inseparablemente con el lazo sagrado de una auténtica caridad; que se vean henchidos, animados y poseídos del mismo espíritu de que Vos estáis animada y poseída; que se digne unirlos con Vos a su adorable Corazón con una eterna e inseparable unión; que los transforme en ese mismo Corazón; y los haga dignos de ser hostias vivas, santas y agradables a Dios, abrasadas y consumidas en este horno de amor que arde en vuestro interior, siendo de este modo inmoladas con Vos a gloria del que es todo corazón y todo amor hacia nosotros.
Os suplico, Corazón misericordioso, que miréis este libro, con todas las palabras, sílabas y letras que contiene, como otras tantas lenguas y voces de mi corazón, que continuamente os están protestando, por sí y por los corazones de mis Hermanos y Hermanas, que renuncian en absoluto y para siempre a todo cuanto os pueda desagradar; que quieren ser íntegramente vuestros, y por Vos serlo de su Criador y su Dios; que desean que todos sus movimientos no tengan otro objeto fuera del vuestro, que desprecian y odian tan solo lo que Vos odiáis y despreciáis; que no quieren estimar ni amar nada fuera de lo que Vos estimáis y amáis; ni entristecerse sino de lo que, a Vos os entristezca (contriste); ni alegrarse, sino de lo que os regocija; ni quieren tener otros sentimientos, inclinaciones e intenciones que las vuestras; y que ponen toda su alegría y felicidad en lo que Vos la habéis puesto, es decir, en someterse siempre y en todo a la adorabilísima voluntad de Dios, para que “nuestros corazones estén inseparablemente fijos allí donde únicamente se halla la verdadera alegría”: en la perfecta sumisión y en el total abandono de nosotros mismos y de cuanto nos pertenece a la divina Voluntad.
Permitidme, finalmente, soberana Señora mía y Madre divina, que os dirija las palabras de uno de los hijos amadísimos de Vuestro Corazón, el bienaventurado San Juan Damasceno, repitiéndoos y ofrendándoos el discurso que compuso sobre vuestra Natividad: ¡Oh María, hija de Joaquín y Ana, soy un pecador que se atreve a hablar de Vos y de vuestro Santísimo Corazón, la cosa más santa y admirable que en vos existe: pero un pecador que os ama, a pesar de todo, ardientemente; que os honra como a soberana, y os reconoce y venera como única causa -después de Dios- de su alegría y de su dicha toda, como la Reina de su corazón, como la dueña y guía de su vida, y como firme esperanza de su eterna salvación.
Recibid, si os place, todas las reflexiones de este libro, dedicadas a honrar vuestro divino Corazón: ofrecédselas al Corazón adorable de vuestro Hijo, y suplicadle se digne bendecirlas; que vierta en ellas la divina unción de su espíritu, y de ellas se sirva para incremento de su gloria y para acrecentamiento del honor y satisfacción de vuestro maternal Corazón al que Él tanto ama, y tanto ha amado siempre, y por el cual será eternamente más amado que por todos los corazones de los Ángeles y Santos juntos”.
“Cuando honramos este Corazón: Deseamos honrar en la Virgen Madre de Jesús, no solamente alguno de sus misterios y alguna de sus acciones, como su nacimiento, o su presentación, o su visitación, o su purificación; no solamente alguna de sus cualidades, como Madre de Dios, o Hija del Padre, o esposa del Espíritu Santo, o Templo de la Santísima Trinidad, o Reina del cielo y de la tierra; ni siquiera solamente su dignísima Persona; sino que deseamos honrar primero y principalmente en ella la fuente y el origen de la Santidad y de la dignidad de todos sus misterios, de todas sus acciones, de todas sus cualidades y de su persona misma; es decir su amor y su caridad, puesto que, según todos los Santos Doctores, el amor y la caridad son la medida del mérito y el principio de toda Santidad”.
“Permaneced en este Corazón Maternal de vuestra Madre. Que sea el lugar de vuestro reposo, vuestra ciudad de refugio, vuestra fortaleza inexpugnable, vuestro jardín de delicias, vuestro Paraíso Terrestre”.
“El Corazón de la Virgen está lleno de la sabiduría y del amor de Dios que todos los otros corazones”.
“El Corazón de María es una expresión perfecta y un maravilloso compendio de la Vida de Dios”.
“Como el esposo y la esposa no deben tener más que un corazón y un alma, haced de modo, oh Reina de mi corazón que yo tenga más que un alma, un espíritu, una voluntad y un corazón con Vos. Para ello quitadme el corazón y dadme el vuestro, según vuestra promesa, para que pueda cantar eternamente”.
“Oh qué benignidad, la caridad ardiente de María me ha robado el corazón para ofrecerme el suyo”.
“Una de las más útiles e importantes maneras de honrar el dignísimo Corazón de la Reina de las virtudes, consiste en procurar imitar e imprimir en el corazón una imagen viva de su santidad, de su dulzura y mansedumbre, de su humildad, su pureza, su devoción, su sabiduría, su prudencia, su paciencia, su obediencia, su vigilancia, su fidelidad, su amor y todas las demás virtudes”.
“Ave Cor. Los que reciten esta salutación con devoción les dará los deseos de purificarse cada vez más de toda especie de pecado para que sean aptos para recibir los dones, gracias y bendiciones divinas”.
“Pero, entre todas las maravillas, he aquí una que sobrepasa las otras: es el Corazón incomparable de esta grande Reina; es lo más admirable que hay en Ella..., es el principio y la fuente de todas las cosas extrañas y extraordinarias que hay en Ella... Porque ha sido por la humildad, pureza y amor de su santísimo Corazón, por lo que ha llegado a la dignidad sublime de Madre de Dios, y, por consiguiente, por lo que se ha hecho digna de todas las gracias, favores y privilegios de que Dios la ha llenado”.
ELEVACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN, PARA HONRAR SU SANTÍSIMO CORAZÓN Y ENTREGARLE EL PROPIO
“Amabilísima y admirable María, Madre de mi Salvador: postrado a vuestros pies, en unión de la humildad, devoción y amor de todos los que os aman en la tierra, os saludo, os honro y os escojo hoy por mi soberana Señora y Reina de mi corazón; reconociendo que no hay nada ni en el cielo ni en la tierra que, después de Dios, sea más digno de honor y de veneración que vuestro Sagrado Corazón, el cual no es más que una sola cosa con el de vuestro Hijo.
Mi mayor deseo y mi devoción especialísima es de honrarle, amarle y pertenecerle de todas las maneras. He aquí por qué le ofrezco, le entrego y le consagro el mío para siempre; y deseo que todos los sentimientos, afectos, latidos, aspiraciones y en general, todo lo que salga de mi corazón, sean otros tantos actos de alabanza, de honor y de amor hacia vuestro amabilísimo Corazón.
Recibid pues, Oh Virgen bondadosa, estos sentimientos de mi corazón; y concededme, si os place, todavía una gracia que os pido con toda humildad: que sea yo del número de vuestros servidores e hijos de vuestro Corazón Maternal.
Sé bien que no soy digno de este honor y de esta cualidad, pero como también conozco que aún los mayores pecadores que a vos recurren encuentran acogida en vuestro Corazón lleno de caridad, tengo la confianza que no me arrojaréis ya más; puesto que hago una promesa solemne de que voy a esforzarme lo mejor que pueda, mediante la gracia de mi Dios, en hacerme digno de este amor por la imitación de las virtudes santas de que vuestro Corazón está adornado; especialmente de su humildad profunda, de su grande amor a Dios, de su ardiente caridad hacia el prójimo, de su odio implacable contra el pecado, y de su perfecta sumisión a todos los quereres de Dios. Así espero que no rehusaréis, Oh Reina de mi corazón, la promesa irrevocable que os hago. Recibidla, os ruego, e imprimid Vos misma esos sentimientos y esas virtudes en el fondo de mi corazón, para que mi corazón siendo un vivo retrato del vuestro y del de vuestro Hijo, pueda ser agradable a El y a Vos, y venga a ser objeto de su amor y del vuestro; y de este modo, mi corazón animado de su amor pueda honrar, amar y glorificar el vuestro en el tiempo y en la eternidad, que es lo único que puedo desear en este mundo”.
San Juan Eudes refiriéndose al AMOR que emana el dulcísimo Corazón de María afirma que este amor tiene doce cualidades:
“Santísimo, iluminado, prudentísimo, fuerte, ardiente, celoso, constante, vigilante, paciente, fidelísimo, gozoso y purísimo. Este amor tiene, además, unos privilegios especiales: inmaculado, superior al de todos los Santos y Ángeles, perfecto, permanente, en aumento siempre, meritorio sin medida, de Madre, de Hija, de Esposa, de Corredentora, de potente intercesora, sacerdotal”.
Una de las primeras plegarias de San Juan Eudes es el Ave, Cor:
Ave Corazón Santísimo.
Ave Corazón Benignísimo.
Ave Corazón Humildísimo.
Ave Corazón Purísimo.
Ave Corazón Devotísimo.
Ave Corazón Sapientísimo.
Ave Corazón Pacientísimo.
Ave Corazón Obedientísimo.
Ave Corazón Vigilantísimo.
Ave Corazón Fidelísimo.
Ave Corazón Felicísimo.
Ave Corazón Misericordiosísimo.
Ave Corazón Amantísimo de Jesús y María.
Te adoramos,
Te alabamos,
Te glorificamos,
Te damos gracias,
Te amamos con todo el corazón,
con toda el alma, con todas nuestras fuerzas,
Te ofrecemos nuestro corazón,
Te lo entregamos, consagramos, inmolamos.
Recíbelo y poséelo enteramente.
Purifícalo, ilumínalo, santifícalo.
Para que en él vivas y reines ahora y siempre;
y por los siglos de los siglos. Amén”.
Enrique María Boudon, arcediano en Evreux y discípulo de Eudes, fue más allá que su maestro, al aportar algo nuevo y sorprendente a esta devoción. Se consideró “esclavo perpetuo” de su Corazón en la consagración que hizo el 8 de diciembre de 1651 a los “Corazones de Jesús y María”.
En la parte dedicada a la Virgen le dice a “Jesús”:
“Adorable Jesús, renunciando con todas mis fuerzas a mi espíritu y entregándome absolutamente al vuestro y uniéndome enteramente a él, en honor de los amores inefables que profesáis a vuestra sagrada Madre, me consagro totalmente a su corazón precioso y todo virginal, y quiero honrarlo con los más humildes respetos y las más profundas sumisiones, desde el primer instante de su concepción, que reconozco purísima, inmaculada, y sin mancha, queriendo, por una resolución irrevocable, depender para siempre, en calidad de esclavo perpetuo, de este corazón amabilísimo, que no hace sino un solo Corazón con el vuestro divinísimo. Yo dedico en honor de este Corazón, mi alma, todas mis potencias, mi cuerpo, todo el bien que hago y todo el que haré, con el auxilio de vuestra gracia”.
EL APÓSTOL DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
San Antonio María Claret fue uno de los enamorados ardientes del Corazón Inmaculado de María.
Le preguntan a San Antonio María Claret: “¿A qué se debe que tú ames tanto, tanto al Corazón de María?”. Responde el santo:
“Cómo no voy a amar a ese Corazón si todo lo que pido me lo alcanza”.
Le vuelven a preguntar: “¿Pero y que manera empleas tú para pedirle y conseguirlo todo?” Responde:
“Pues le insisto y le insisto, y no me canso ni me desanimo, y el Corazón de Nuestra Madre celestial no es capaz de negarse a venir en mi ayuda”.
El santo describió admirablemente el espíritu de servicio y entrega que brota de los que se han consagrado a su dulcísimo corazón:
“Yo me digo a mí mismo: Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abraza por donde pasa; que desea eficazmente y procura, por todos los medios, encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos”.
En una de sus cartas inéditas nos refiere lo siguiente:
El Corazón de María reúne todas estas prerrogativas y muchas otras más:
1. El Corazón de María no solo fue miembro vivo de Jesucristo por la fe y la caridad, sino también origen, manantial de donde se tomó la Humanidad.
2. El Corazón de María fue templo del Espíritu Santo, y más que templo, pues que de la preciosísima sangre salida de este Inmaculado Corazón formó el Espíritu Santo la Humanidad Santísima en las purísimas y virginales entrañas de María, en el misterio de la Encarnación.
3. El Corazón de María ha sido el órgano de todas las virtudes en grado heroico; y singularmente de la caridad para con Dios y para con los hombres.
4. El Corazón de María es en el día un corazón vivo animado y sublimado en lo más alto de la gloria.
5. El Corazón de María es el trono en donde se dispensan todas las gracias y misericordias”.
CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE MARÍA QUE FORMULÓ EL SANTO
“¡Oh, María, Madre de Dios y Madre nuestra! A Vos acudimos para consagrarnos a vuestro Inmaculado Corazón para que reines en nuestros corazones y en nuestra familia y nos ponemos bajo tu protección maternal.
Os consagramos nuestros cuerpos y nuestras almas, nuestra familia, nuestro hogar; todo cuanto somos y tenemos. Y para que esta consagración sea eficaz y verdadera, renovamos a vuestros pies las promesas que en nuestro nombre hicieron nuestros padres en el bautismo.
Renunciamos a las seducciones del mundo enemigo de Dios y nuestro. Sus criterios de riquezas, honores y placeres. Sus escándalos y pecados.
Renunciamos a nuestras malas pasiones, y a las intrigas del demonio. Y nos comprometemos a conservar nuestra Fe, santificar nuestras costumbres y seguir los dictados del Magisterio de la Santa Iglesia Católica fundada por N. S. Jesucristo y frecuentar los Santos Sacramentos”.
Muchos son los santos y autores que hablaron de las excelencias del Corazón Inmaculado de la Virgen, y a Él, se dirigieron pidiendo sus gracias:
- San Efrén, comentando el anuncio de Simeón, pone en boca de María estas expresiones:
“Oh admirable Simeón: he aquí la espada con que anunciaste sería traspasado mi Corazón; he aquí la espada, he aquí la herida: este Hijo y Dios mío! Su muerte penetró mi Corazón; llorad conmigo, discípulos todos del Señor, considerando mi dolor y la profunda herida de mi Corazón”.
- San Beda, comentando el texto de San Lucas, nos dice:
“Todo lo conservaba en su corazón, y lo escondía allí, como para rumiar y para investigar más diligentemente. Aprendamos, pues, de la Santa Virgen la castidad en todas las cosas, de aquella que, no menos pura en los labios que en el cuerpo, conservaba en su corazón todos los argumentos de la Fe”.
- San Bernardo al contemplar una imagen de María, quedaba como loco de amor, llamándola “Arrebatadora de los corazones”. La llamaba también ROBADORA DE CORAZONES y le decía: “te robaste mi corazón y tuyo será para siempre”.
A la Virgen le dirige estas palabras:
“Oh reina, QUE ROBAS EL CORAZÓN DE LOS HOMBRES con tu dulzura, ¿no es verdad, señora, que ya has robado el mío? ¿Dónde, decidme, por favor, lo habéis puesto, para que pueda encontrarlo? ¡oh robadora de corazones! ¿Cuándo me restituirás el mío?...cuando te lo pido, me sonríes: y, súbitamente como dormido por tu dulzura, descanso. pero cuando vuelvo en mi y te lo pido de nuevo, me abrazas, oh dulcísima, e inmediatamente quedo embriagado con tu amor. y entonces ya no distingo mi corazón del tuyo; ni ya otra cosa puedo pedir si no tu corazón. pero, puesto que mi corazón ha quedado embriagado de tal modo con tu dulzura, gobiérnalo por el tuyo y guárdalo en la sangre del cordero, y ponlo en el costado de tu hijo”.
San Bernardo en una de sus oraciones le suplica a la Virgen que abra las puertas de su corazón misericordioso:
“Abre, por tanto, ¡oh Madre de misericordia!, la puerta de tu Corazón benignísimo a las angustiosas súplicas de los hijos de Adán... Tú no aborreces ni desprecias al pecador, por más corrompido que sea, si a ti suspira y pide tu intervención con penitente corazón... Ni es extraño, ¡Oh Señora!, si el consuelo ha sido derramado con el óleo copiosísimo de la misericordia de tu Corazón ya que aquella obra inestimable de la misericordia que predestinó Dios al eterno para la redención humana, fue primeramente realizada en ti por el Artífice del mundo”.
- San Pablo de la Cruz, fue otro gran Cordimariano. En una de las cartas que dirige a un alma piadosa al acercarse la fiesta de la Natividad de la Virgen, se expresa así:
“Únase a la purísima intención de esta amada Niña y sacrifíquese a sí misma a Dios en olor de suavidad en el purísimo Corazón de María Santísima. Este gran Corazón, que después del de Jesús es el rey de los corazones, ha amado y ama a Dios más que todo el paraíso junto; quiero decir, más que todos los ángeles y santos, que han existido, existen y existirán. Por eso, desee usted amar a Dios con el Corazón de esta gran Niña, y para mejor obtenerlo, arrójese en espíritu sobre este Corazón y ame al sumo Bien con este purísimo Corazón, con intención de ejercitarse en todas las virtudes en que Él se ejercitara. Para obtener, sin embargo, esta entrada en el Corazón de nuestra gran Reina y Madre Niña, necesita volverse verdadera niña, con simplicidad infantil, con verdadera humildad y anonadamiento de corazón”.
En otra de sus cartas dirigidas a la misma alma piadosa, en una de sus partes le dice:
“Sobre todo, no deje de compadecer al dulce Corazón de Jesús con el Corazón dolorido de María Santísima, formando así una mezcla de amor y dolor. Estos dos santísimos Corazones son dos hornos de amor, más bien un solo horno. Arrójese en este horno amoroso, para que, consumida en él, toda la humedad de las imperfecciones, se convierta en pan limpio, digno de ser presentado en la mesa del Rey de la gloria”.
- San Juan María Vianney, se ha revelado como uno de los grandes amantes del Corazón de María. Se puede decir que vivió consagrado a su amantísimo Corazón.
Después de consagrar su parroquia a la Inmaculada, mandó hacer un corazón, en color rojo, y lo suspendió del cuello de la Virgen que presidía el altar. Dentro de este corazón depositó los nombres de todos sus parroquianos. Al ponerle a la Inmaculada el corazón en el pecho, el Hermano Jerónimo, que le asistía en la ceremonia, le oyó decir:
“Oh Santa Virgen María, ahora que nos lleváis en el Corazón no podréis olvidaros de nosotros”.
Del “cura de Ars” son estas frases:
“Sabéis dónde está el secreto, -decía él mismo-, para atraer y convertir a los pecadores? No es ningún misterio: está en el Corazón de María. He bebido tantas veces en esta fuente, que ya no quedaría agua si no fuera inagotable”.
“Si tú acudes a este manantial del corazón de la Santísima Virgen confía que nunca se agotará, porque es inagotable”
“El Padre se complace en mirar el corazón de la Santísima Virgen María como la obra maestra de sus manos”
“Este corazón tan hermoso, puro y bueno es la obra y delicia de la Santísima Trinidad”
“El corazón de esta buena Madre no es más que amor y misericordia”.
“El corazón de la Santísima Virgen es como el manantial del que él ha sacado la sangre para salvarnos”.
“El Corazón de María es tan grande para con nosotros que si reuniéramos el amor de los corazones de todas las Madres, ese amor, con ser tan grande, parecería un pedazo de hielo, comparado con el inmenso amor que en el Corazón de María arde hacia nosotros sus hijos”.
- Santa Catalina Labouré a raíz de la visión que tuvo de la Medalla Milagrosa, poderosamente atraída por la influencia sobrenatural que ejercían directamente en su corazón, los “Sagrados Corazones de Jesús y de María”, en una de sus notas íntimas de sus retiros espirituales, escribe:
“Oh Corazón Inmaculado de María, solicitad para mí la fe y el amor que os sujetan al pie de la Cruz de Jesucristo”.
Mas adelante dice:
“Conviene entrar en este santuario para nunca salir de Él. En este santuario hay que beber todas las gracias; en este espejo hay que examinar todas las faltas para de ellas purificarse; en este santuario hallaremos la humildad, la dulzura, la paciencia, la cordialidad, la caridad y las demás virtudes”.
- El Hermano Manuel Giol (1849-1909), perteneció al Instituto de los Hijos del Inmaculado Corazón de María, fundado por San Antonio María Claret. Sus escritos nos revelan la riquísima experiencia de su vida interior a la sombra del Inmaculado Corazón de María. “Buscar a Dios en el corazón de María” fue el afán de su existencia. Sus dos obras: “Ensayos para la vida interior, aprendidos en el Inmaculado Corazón de María” y “Moradas en el Corazón de María del alma enamorada” son como una puerta abierta que nos invita a pasar, para enseñarnos a “vivir” en el Corazón Inmaculado de nuestra Madre. Allí encontraremos al “amor divino”, a Jesús, que según palabras del Hermano Giol “es la fuente y manantial de tu felicidad temporal y eterna”. ¿Cómo conseguirlo? ¿Qué tenemos que hacer? Nos lo indica el propio Manuel:
“Será ahora necesario buscar una escuela para ser enseñados en esa ciencia celestial, a fin de alcanzar con ella la verdadera felicidad temporal y eterna. ¿Sabéis cuál será esa escuela en donde aprenderemos aquella sabiduría y cuáles los maestros propios para enseñarla? Será la escuela del Corazón de la Santísima Virgen, y ella misma será la Maestra. Así será como saldremos discípulos aprovechados”.
“Mas para estudiar en tal Escuela y ser admitidos en ella, se necesitan discípulos dignos y aptos para ella, es decir: almas sencillas, dóciles y humildes; de otro motivo no hay que esperar ser admitidos, pero con estos requisitos, se admiten todos cuantos quieran ser enseñados, Con todo, si alguno tuviera voluntad verdadera de aprender dicha ciencia y se hallase falto de los medios indispensables para ser admitido, no tema; no está por eso cerrada la puerta para él. A este fin haga las diligencias necesarias que son muy pocas y al alcance de todos”.
“Estemos bien convencidos, mis queridos hermanos, que si queremos progresar en el camino de las virtudes y santidad, es indispensable estudiar en la Escuela del Corazón de María y aprender las lecciones de vida eterna que da allí esta cariñosa Madre a las almas que se hacen pequeñas para entrar en el nido amoroso de su Corazón Inmaculado. Aquí es donde se aprende la verdadera ciencia de los santos, aquí es donde se aprende la guarda de los sentidos, el amor a Dios y al prójimo y, sobre todo el recogimiento y vida interior”.
- Jacinta, una de las videntes de Fátima, ha sido una de las privilegiadas que ha vivido y gozado de este excelso Corazón. Sus últimas recomendaciones a Lucía fueron estas:
“Ya falta poco para ir al cielo. Tú te quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando hayas de decir esto, no te escondas. Di a todo el mundo que Dios nos concede todas las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios le entregó a Ella; que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el Inmaculado Corazón de María. Si yo pudiese meter en el corazón de todos los hombres el fuego que tengo aquí, dentro del pecho, y que me está quemando y que me hace querer tanto al Corazón de Jesús y al Corazón de María”.
Jacinta repetía esta jaculatoria:
“¡Oh Jesús mío, os amo! ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!”.
Es importante recordar que el Papa Juan Pablo II, por segunda ocasión[7] consagró al mundo al Inmaculado Corazón de María el 25 de marzo de 1984 ante la imagen de la Virgen de Fátima, la cual fue traída expresamente desde su santuario.
FRASES DE OTROS AUTORES SOBRE EL CORAZÓN DE MARÍA:
“Del Corazón de la Bienaventurada Virgen procedieron la fe y el consentimiento por los cuales se inició la salud del mundo, y su mismo Corazón fue hallado digno con preferencia a todas las criaturas, de recibir al Unigénito de Dios, cuando del Corazón del Padre rebosó el verbo bueno que, saliendo del seno del mismo Padre, se acogió al seno de la Madre Virgen. Así también en su Corazón y en sus entrañas se encontraron la misericordia y la verdad, cuando la divina justicia dio a la paz el ósculo de salvación. Además, su Corazón, dulce siempre y amantísimo, llenóse de amargura sobre cuanto puede imaginarse, viendo al Hijo crucificado, y el álveo todo de su alma fue henchido por la compasión con el torrente de la Pasión, vulnerada entonces por nuestras iniquidades y triturada a su modo por nuestros crímenes. Ella llevó en las entrañas de su misericordia nuestros dolores y los del Hijo, nuestras enfermedades y las del Unigénito, porque entonces toda plaga fue tristeza para su Corazón dulcísimo. (Eccli... 25)”. (Ricardo de San Lorenzo)
“Hablando del Corazón de María debe decirse que fue purísimo de tal modo, que ella antes de nadie, emitió voto de virginidad; y fue humildísimo hasta el punto de que, si también por alguna cosa fue principalmente por la humildad por la que mereció concebir del Espíritu Santo al divino Enmanuel; y fue ferventísimo hasta abrazarse en un amor increíble a Dios y al prójimo, y fue, por último, fidelísimo en conservar y guardar todo lo que obrara en su infancia, en su juventud y en su madurez”. (San Pedro Canisio)
“Que mejor tesoro que el mismo amor divino, con el cual ardía hecho hoguera al Corazón de la Virgen? De este Corazón, como de un horno de amor divino, sacó María palabras buenas; es decir, palabras de caridad ardentísimas”. (San Bernardino de Siena)
“La tristeza de su Corazón fue una llaga completa”. (Ricardo de San Lorenzo)
“Tú, ¡oh beatísima Virgen María!, amaste a Dios tal como lo manda la Escritura. Amaste a Dios también con todo tu corazón; porque tu Corazón a ningún otro amor fue más inclinado que al amor de Dios”. (Raimundo Jordán)
“María es reina de los corazones”. (Nicolás de Claraval)
“¿Dónde podremos encontrar otro refugio más seguro que en el Corazón Misericordioso de María? Allí el pobre encuentra hospedaje, el enfermo medicina, consuelo el triste, consejo el que se debate en medio de las dudas y socorro y ayuda el que se siente abandonado”. (Tomás de Kempis)
“Del corazón de la Virgen han procedido la fe y el consentimiento, por los cuales comenzó la salvación del mundo”. (Ricardo de San Lorenzo)
“Del corazón de María brotó toda salvación”. (San Buenaventura)
“El corazón de María es un espejo clarísimo de la pasión de Cristo y una imagen perfecta de su muerte”. (San Lorenzo Justiniano)
“Me asombra no haber permanecido descansando en el corazón de María, que es el corazón de toda sencillez”. (Tomás Merton)
Plegaria: “Corazón Dulcísimo de María, da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro camino, porque Tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al Amor de Jesucristo”. (Beato José María Escrivá de Balaguer)
La primera nación que se consagró oficialmente al Corazón de María fue la República del Ecuador, el 6 de agosto el año 1892, siendo su presidente el Dr. Luis Cordero. Los Obispos Ecuatorianos publicaron entonces una pastoral colectiva cuya primera parte rezaba así:
“Como pastores que somos de esta iglesia, consagramos solemne e irrevocablemente la república del ecuador al corazón purismo e inmaculado de María, obligándonos a reconocer desde hoy a la madre divina del redentor por patrona, abogada y protectora especial de nuestro pueblo, y nuestra intercesora eficaz ante el trono de las misericordias”.
Anteriormente, ya el Ecuador se había puesto bajo el Patrocinio del Purísimo Corazón de María (a principios del siglo XIX) por decisión del Episcopado. Pasaron decenas de años para que esta consagración fuese ratificada por el Honorable Congreso en la fecha señalada. En esa oportunidad, en el documento que se firmó se denominó al país con el nombre de: LA REPÚBLICA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
El primer templo dedicado al Sagrado Corazón de María fue levantado en Roma en el año de 1857 y pertenece a los Padres de la Congregación del Espíritu Santo y del Corazón de María fundado por San Antonio María Claret. El primer templo de América, es el templo del Corazón de María levantando en Santiago de Chile por los padres claretianos. Comenzó su construcción el 5 de marzo de 1876 y fue consagrado litúrgicamente el 7 de diciembre de 1879. Las ciudades que poseen templos CORDIMARIANOS a más de los mencionados son: Buenos Aires, Rosario (Argentina), Antofagasta, Linares (Chile), Sao Paulo, Río de Janeiro, Santo (Brasil), Montevideo (Uruguay), Barcelona, Madrid, Bilbao (España) etc. El mayor templo de la Madre de Dios está en Roma y es el templo Votivo Internacional levantado en honor al Corazón Inmaculado de María.
Señor, ten piedad... Cristo, ten piedad... Señor. ten piedad...
Cristo óyenos, Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros
Dios, Hijo Redentor del mundo, ten piedad de nosotros
Dios, Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios, ten piedad de nosotros
Santa María, ruega por nosotros (se repite en cada invocación)
Corazón Inmaculado de María...
Corazón de María, lleno de gracia...
Corazón de María, vaso del amor más puro...
Corazón de María, consagrado íntegro a Dios...
Corazón de María, preservado de todo pecado...
Corazón de María, morada de la Santísima Trinidad...
Corazón de María, delicia del Padre en la Creación...
Corazón de María, instrumento del Hijo en la Redención...
Corazón de María, la esposa del Espíritu Santo...
Corazón de María, abismo y prodigio de humildad...
Corazón de María, medianero de todas las gracias...
Corazón de María, latiendo al unísono con el Corazón de Jesús...
Corazón de María, gozando siempre de la visión beatífica...
Corazón de María, holocausto del amor divino...
Corazón de María, abogado ante la justicia divina...
Corazón de María, traspasado por una espada...
Corazón de María, coronado de espinas por nuestros pecados...
Corazón de María, agonizando en la Pasión de tu Hijo...
Corazón de María, exultando en la Resurrección de tu Hijo...
Corazón de María, triunfando eternamente con Jesús...
Corazón de María, fortaleza de los cristianos...
Corazón de María, refugio de los perseguidos...
Corazón de María, esperanza de los pecadores...
Corazón de María, consuelo de los pecadores...
Corazón de María, consuelo de los moribundos...
Corazón de María, alivio de los que sufren...
Corazón de María, lazo de unión con Cristo...
Corazón de María, camino seguro del Cielo...
Corazón de María, prenda de paz y de santidad...
Corazón de María, vencedora de las herejías...
Corazón de María, Corazón de la Reina de Cielos y Tierra.
Corazón de María, Corazón de la Madre de Dios y de la Iglesia.
Corazón de María, que por fin triunfarás.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios: para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN: Tú que nos has preparado en el Corazón Inmaculado de María una digna morada de tu Hijo Jesucristo, concédenos la gracia de vivir siempre conformes a sus enseñanzas y de cumplir sus deseos. Por Cristo tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
“Virgen amorosísima y Madre nuestra María. Vuelve la mirada al pueblo de esta diócesis, humilde porción de vuestra gran familia que se postra aquí ante ti y hace de sí mismo una irrevocable consagración a tu corazón maternal. A esto nos mueve no solo nuestro filial afecto hacia ti, sino también la necesidad que todos sentimos en estos turbulentos tiempos de una particular asistencia tuya”. (Efectuada en la Santa Sede el 12 de Dic. de 1898)
- El Papa Pío XII, El 8 de diciembre de 1942 consagró el mundo entero al Corazón Inmaculado de María con estas palabras:
“A Vos, a vuestro Corazón Inmaculado, nos como Padre común de la gran familia cristiana, como Vicario del Aquel a quien fue dado poder en el cielo y en la tierra, y de quién recibimos la solicitud de cuantas almas rescatadas con su sangre pueblan el mundo universal, a Vos, a vuestro Corazón Inmaculado en esta hora trágica de la historia humana, confiamos, entregamos y consagramos, no solo la Iglesia cuerpo místico de vuestro Jesús que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también a todo el mundo”.
- El Papa Juan Pablo II al año siguiente del atentado que sufrió en la Plaza de San Pedro, peregrinó a Cova de Iría para darle “gracias” a la Virgen de Fátima. En esa oportunidad, el 13 de mayo de 1982, después de la Eucaristía[8], pronunció uno de los actos de consagración más emotivos que se recuerden. En una de sus partes el Papa le dice a la Virgen:
“¡Oh Madre de los hombres y de los pueblos!... acoge nuestro grito, que, como movidos por el Espíritu Santo, dirigimos directamente a tu Corazón, y abraza, con el amor de la Madre y de la Esclava, a este mundo humano que te entregamos y te consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos.
De manera especial te entregamos y consagramos aquellos hombres y aquellas naciones que más particularmente necesitan esta entrega y esta consagración”...
Finalmente, en Roma el 25 de marzo de 1984, fiesta de la Anunciación, con motivo del Año Santo de la Redención, el Papa Juan Pablo II, junto con todos los obispos del mundo, -a quienes pidió que se le uniesen espiritualmente-, perfeccionó y renovó la fórmula anterior del acto Consagratorio del mundo al Corazón de María, la misma que, por tratarse de una oración universal de súplica y consagración al corazón maternal de nuestra madre, la transcribo íntegramente:
«NOS ACOGEMOS A TU PROTECCIÓN, Santa Madre de Dios». Pronunciando las palabras de esta antífona, con que la Iglesia de Cristo reza desde hace siglos, nos encontramos hoy ante ti, Madre, en el Año Jubilar de nuestra Redención. Estamos unidos a todos los Pastores de la Iglesia con un vínculo particular, formando un cuerpo y un colegio, como por voluntad de Cristo los Apóstoles formaban un cuerpo y un colegio con Pedro.
En el vínculo de esta unidad, pronunciamos las palabras de este Acto, en el que deseamos recoger, una vez más, las esperanzas y angustias de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Hace cuarenta años, y nuevamente 10 años después, tu siervo el Papa Pío XII, teniendo presente las experiencias dolorosas de la familia humana, confió y consagró a tu Corazón Inmaculado todo el mundo,, y especialmente todos los pueblos que, debido a su situación, son objeto particular de tu amor y solicitud.
Este mundo de los hombres y de las naciones es el que tenemos ante los ojos también hoy: el mundo del segundo milenio que está finalizando, el mundo contemporáneo, nuestro mundo. La Iglesia, recordando las palabras del Señor: «Id, pues; enseñad a todas las gente... Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (Mt. 28, 19-20), ha avivado en el Concilio Vaticano II la conciencia de su misión en este mundo.
Y por esto, oh Madre de los hombres y de los pueblos, tú que conoces todos sus sufrimiento y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón: Abraza con amor de Madre y Sierva del Señor este mundo humano nuestro, que te confiamos y consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos. De modo especial confiamos y consagramos aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad particular de esta entrega y de esta consagración.
«!Nos acogemos a tu protección, Santa Madre de Dios!»
¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades!
He aquí que, encontrándonos hoy ante ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a la consagración que, por amor nuestro, tu Hijo hizo de Sí mismo al Padre cuando dijo: «Yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en verdad» (Jn 17, 19). Queremos unirnos a nuestro Redentor en esta consagración por el mundo y por los hombres, la cual en su Corazón divino, tiene el poder de conseguir el perdón y de procurar la reparación.
El poder de esta consagración dura por siempre, abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera todo el mal que el espíritu de la tiniebla es capaz de sembrar en el corazón del hombre y en su historia; y que de hecho, ha sembrado en nuestro tiempo.
¡Oh cuán profundamente sentimos la necesidad de consagración para la humanidad y para el mundo; para nuestro mundo contemporáneo, en unión con Cristo mismo! En efecto la obra redentora de Cristo debe ser participada por el mundo a través de la Iglesia.
Lo manifiesta el presente Año de la Redención, el Jubileo extraordinario de toda la Iglesia. En este Año Santo, bendita seas por encima de todas la criaturas, tú Sierva del Señor, que de la manera más plena obedeciste a la llamada divina. Te saludamos a ti, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo.
Madre de la Iglesia, ilumina al pueblo de Dios en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración y nuestro ofrecimiento. Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana del mundo actual.
Al encomendarte, oh Madre, el mundo, todos los hombres y pueblos t e confiamos también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu consagración maternal. ¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.
¡Del hambre y de la guerra, líbranos!
¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!
¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!
¡Del odio y envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!
¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!
¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!
¡De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!
¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!
¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos, líbranos!
Acoge, oh Madre de Cristo, este grito lleno del sufrimiento de todos los hombres. Lleno del sufrimiento de sociedades enteras.
Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado, el pecado del hombre y el «pecado del mundo», el pecado en todas sus manifestaciones.
Aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del amor misericordioso. Que éste detenga el mal. Que transforme las conciencias. Que en tu corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la Esperanza”.
[1] († 1495) Santiago Sprenger fundó una cofradía del Rosario en Colonia, la cual se convirtió en el prototipo de las cofradías que se fundaron después en Europa, obteniendo la aprobación del Legado Pontificio y la confirmación del Papa Sixto IV, en la Bula Pastoris Aetermi.
[2] Doctora de la Iglesia.
[3] En acción de gracias por la victoria obtenida por los católicos en la batalla de Lepanto, sobre los mahometanos, el 7 de octubre de 1571. Antes de combatir todas las huestes del Papa rezaron el Rosario.
[4] El Papa León XIII leyendo EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTISIMO ROSARIO de San Luis María de Montfort se conmovió tanto que se prometió publicar todos los años en el mes de octubre una encíclica mariana dedicada al santo rosario.
[5] El Papa Juan XXIII nos ha legado un verdadero tratado sobre el Rosario meditado que titula: “PEQUEÑO ENSAYO DE MEDITACIÓN DE LOS MISTERIOS DEL ROSARIO”.
[6] “Cántico Sagrado del Santísimo Corazón de la Bienaventurada Virgen”, fue el título que le dio el autor.
[7] Antes lo hizo el 13 de mayo de 1982. Esta segunda consagración el Papa Juan Pablo II la realizó en el año Jubilar de la Redención, y tuvo la particularidad de que fue (por primera vez) una consagración en conjunto, (quiero decir simultánea), efectuada por el Papa y todos los obispos de la iglesia.
[8] El Papa Juan Pablo II en la homilía que pronunció en esta celebración, a manera de preparación del acto de Consagración que posteriormente realizó, refirió a los presentes algunos pensamientos, sobre el significado de consagrar al mundo al Corazón Inmaculado de María: “Consagrar el mundo al Corazón de María significa acercarse, mediante la intercesión de la Madre, a la Fuente misma de la Vida, brotada sobre el Gólgota. Esta Fuente está brotando a borbotones con la redención y con la gracia... Consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de la Madre vale tanto como volver ante la Cruz del Hijo. Más aún: vale tanto como consagrarle este mundo al Corazón traspasado del Salvador, llevándole a la fuente misma de su Redención”.