1. DEVOCIONES
2. OTRAS PRÁCTICAS DEVOCIONALES EN SU HONOR
3. PROMESAS MARIANAS
La piedad popular ha sido el factor preponderante para que a través de estas sencillas manifestaciones de devoción, cada día se acreciente más y más el culto y veneración a María Santísima.
El Avemaría es la oración universal en honor de la Virgen. La primera parte de la Salutación Angélica viene de lo alto, y la encontramos en el Evangelio cuando el Arcángel Gabriel, quien fue, el primero en pronunciarla, al entrar le dijo a la Virgen:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
Lc 1, 28)
Teódoto de Ancira († 446), es uno de los primeros en utilizar este saludo; en una homilía a sus fieles le dirige a la Virgen este saludo:
“Yo te saludo, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo”.
Santa Isabel complementa la primera parte, cuando al ser visitada por la Santísima Virgen le dice:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno»
(Lc 1, 42)
Estos dos saludos empezaron a aparecer unidos en la liturgia oriental recién en el siglo V. En la liturgia latina, en el siglo VI, lo introdujo San Gregorio Magno.
La segunda parte del Avemaría son palabras que la Iglesia añadió a la antiquísima plegaria «Sancta María, ora pro nobis», y que según los estudiosos, recién empezó a usarse en el siglo XIV.
El 23 de octubre de 1498 apareció impreso en Brescia-Italia, el primer texto completo del Avemaría, tal como se lo reza en la actualidad. Fue incluida en una obra dedicada a la Virgen, compuesta por el padre servita Gasparino Borro.
Finalmente en 1568, el Papa Pío V, al promulgar la nueva Liturgia de las Horas, introdujo y prescribió la fórmula completa del Avemaría y dispuso que todos los sacerdotes, al iniciar en cada hora el rezo del Oficio Divino, recen el Avemaría después del Padre Nuestro.
Para San Luis María Grignión de Montfort “La Salutación Angélica resume, en la más concisa síntesis, toda la teología cristiana sobre la Santísima Virgen. En el Avemaría encontramos una alabanza y una invocación. La alabanza contiene cuanto constituye la verdadera grandeza de María. La invocación contiene cuanto debemos pedir y cuanto podemos esperar de su bondad”.
Para el Beato Alano de Rupe “La Salutación Angélica contiene la fe y esperanza de los patriarcas, de los profetas y de los apóstoles. Es la constancia y la fortaleza de los mártires, la ciencia de los doctores, la perseverancia de los confesores y la vida de los religiosos.
Por la salutación angélica, Dios se hizo hombre, una virgen se convirtió en Madre de Dios, las almas de los justos fueron liberadas del limbo, se repararon las ruinas del cielo y los tronos vacíos fueron de nuevo ocupados, el pecado fue perdonado, se nos devolvió la gracia, se curaron las enfermedades, los muertos resucitaron, se llamó a los desterrados, se aplacó la Santísima Trinidad y los hombres obtuvieron la vida eterna. Finalmente, la Salutación Angélica es el arco iris, la señal de la clemencia y de la gracia dadas al mundo por Dios”.
La Virgen Santísima le dijo un día al Beato Alano:
“Dios escogió la salutación angélica para la encarnación de su Palabra y la redención del hombre. Del mismo modo, quienes desean reformar las costumbres de las gentes y regenerarlas en Jesucristo, deben honrarme y dirigirme el mismo saludo. Yo soy el camino por el cual vino Dios a los hombres, y es preciso, que por mediación mía, obtengan de Jesucristo las gracias y las virtudes”.
La Virgen María le dijo cierto día a Santa Matilde:
“Todas las Salutaciones Angélicas que me dijiste están escritas en este manto. Cuando esta parte del manto esté llena de Avemarías, te llevaré al reino de mi Hijo querido”.
En otra ocasión, Santa Matilde estando en éxtasis, vio a la Santísima Virgen que llevaba sobre el pecho la Salutación Angélica en letras de oro. Escuchó que le dijo:
“Hija mía, nadie puede honrarme con saludo más agradable que el que me ofreció la adorabilísima Trinidad. Por Él, me elevó a la dignidad de Madre de Dios.
La palabra Ave -que es el nombre de Eva- me hizo saber que Dios en su omnipotencia me había preservado de toda mancha de pecado y de las calamidades a que estuvo sometida la primera mujer.
El nombre de María -que significa Señora de la luz- indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astro brillante, para iluminar los cielos y la tierra.
Las palabras llena de gracia me recuerdan que el Espíritu Santo me colmó de tantas gracias, que puedo comunicarlas con abundancia a quienes las piden por mediación mía.
Diciendo el Señor es contigo, siento renovarse la inefable alegría que experimenté cuando el Verbo eterno se encarnó en mi seno.
Cuando me dicen bendita tú eres entre todas las mujeres, tributo alabanzas a la misericordia divina, que se dignó elevarme a tan alto grado de felicidad.
Ante las palabras bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, todo el cielo se alegra conmigo al ver a Jesús, mi Hijo, adorado y glorificado por haber salvado al hombre”.
La devoción de las tres Avemarías es una práctica piadosa que consiste en repetir tres veces el Avemaría durante cada día. Esta práctica se originó en el siglo XIII, por expresa voluntad de la Reina del cielo, según revelaciones que la Virgen hizo a Santa Matilde, y Santa Gertrudis[1].
La Virgen nos invita en el rezo de las tres Avemarías a elevar nuestras plegarias a la Santísima Trinidad que ha obrado en Ella maravillas: la primera Avemaría dirigida al Padre, la segunda al Hijo y la tercera al Espíritu Santo.
En cada una de las indicaciones que le dio la Virgen a Santa Matilde en el rezo de las Avemarías, le prometió asistirla en la hora de su muerte.
A Santa Gertrudis, entre las revelaciones que tuvo de la Virgen escuchó decir “que se salvarán los que recen diariamente las tres Avemarías”.
Muchos santos difundieron esta piadosa práctica, entre ellos San Leonardo de Porto Mauricio[2], San Alfonso María de Ligorio, los mismos que la impusieron como penitencia.
María, Madre mía; líbrame de caer en pecado mortal.
1. a Por el poder que te concedió el Padre Eterno
¡Ave María!...
2. a Por la sabiduría que te concedió el Hijo.
¡Ave María!...
3. a Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo
¡Ave María!...
¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén!
“¡Oh María, por tu Inmaculada Concepción, purifica mi cuerpo y santifica mi alma!” (jaculatoria indulgenciada por el Papa San Pío X) que recomendó rezarla junto a esta devoción.
Después del Avemaría, el rezo del rosario y las letanías lauretanas, son las devociones marianas más conocidas y practicadas por la iglesia católica. Como estas dos devociones van íntimamente ligadas, sólo abordaré brevemente una parte del Rosario, ya que en el siguiente capítulo se abordará en forma más amplia.
Con la incorporación de los misterios de la luz decretado por el Papa Juan Pablo II el 16 de octubre del 2002, el rosario completo a partir de ahora se divide en 20 misterios: 5 gozosos, que se rezan lunes y sábados, 5 dolorosos que se rezan martes y viernes, 5 gloriosos que se rezan miércoles y domingos y 5 de la luz que se rezan los jueves. Todos los misterios nos invitan a la meditación y contemplación de los momentos más importantes de la vida de Jesús y María, obra redentora que el Padre en su infinita misericordia diseñó para el hombre.
Las letanías Lauretanas o de Loreto comenzaron a recitarse en el año 1500 en el Santuario de Loreto. Las letanías incluyen cincuenta títulos en honor de la Virgen a partir de “Santa Madre de Dios”, mediante las cuales la iglesia entera la invoca exaltando sus prerrogativas para que interceda por nosotros. En las letanías, inicialmente se invoca a “María” tres veces como Santa, trece como Madre, seis como Virgen, diecisiete bajo diferentes títulos y doce como Reina, en clara alusión a su Santidad, Maternidad Divina, Virginidad Perpetua, Mediación Universal y Realeza, respectivamente.
Fue así como estas invocaciones se convirtieron en las letanías del santo rosario. (las letanías se recitan después de rezar el rosario).
El Ángel del Señor anunció a María.
Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve María llena eres de Gracia ...
He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve María llena eres de Gracia ...
El Verbo se hizo hombre.
Y habitó entre nosotros.
Dios te salve María llena eres de Gracia ...
El Angelus, es el saludo que cada día se le ofrece a la Virgen, repitiendo las palabras que el ángel le dirigió a la Virgen para anunciarle la «Encarnación del Verbo», en su seno.
Esta devoción es muy antigua, parece ser que San Buenaventura, conocedor de ciertas prácticas religiosas anglosajonas[3] decidió recomendar a los frailes de su congregación franciscana, en el Capítulo celebrado en Pisa en el año de 1263 que “los hermanos, en sus sermones, indujeran al pueblo a saludar algunas veces a la Santísima Virgen María a la hora de Completas, al son de la campana, pues es opinión de algunos ilustres doctores que aquélla fue precisamente la hora en que fue saludada por el ángel”.
De esta forma empezó a rezarse el Angelus al anochecer, luego en las mañanas al amanecer, y finalmente en el s. XV empezó a rezarse en Francia, a mediodía.
En 1815, El Papa Pío VII añadió al Angelus tres “Gloria al Padre[4]...” para glorificar a la Santísima Trinidad por los dones y gracias concedidos a la Virgen María.
Entre otras prácticas devocionales en honor de la Virgen podemos considerar el rezo del Oficio Parvo, la celebración del mes de María y el día sábado consagrado a la Virgen.
El “Oficio Menor” como se lo denominó por su semejanza con la Liturgia de las Horas[5], aunque simplificado y abreviado, constituye en el culto litúrgico a la Virgen María, una de las formas de piedad mariana más solemne que la Iglesia y en particular muchas congregaciones religiosas tributan diariamente a Nuestra Señora para cantar y recitar sus alabanzas.
Su origen parte de los monasterios benedictinos. Aprobado y recomendado por los Papas desde Urbano II (1095) continúa vigente hasta nuestros días.
Uno de los grandes propagadores del Oficio Parvo fue San Pedro Damián.
Mayo, mes de María, mes de las flores. En una antigua abadía de Cluny-Italia en el cual se contemplaba la Imagen de María, se leía a su alrededor:
“Con las primeras flores
La primavera trae (para María)
Los primeros honores”.
El mes de mayo “es el mes jubilar de la Virgen”, como así lo expresó un Cardenal. Esta celebración parece tener un incipiente inicio en el siglo XIII, concretamente en alguna de las Cantigas[6] del rey Alfonso X El Sabio.
En el s. XIV, los joyeros de París, tuvieron la costumbre de ofrecer a la Virgen en el mes de mayo, ramos de flores adornados de joyas, junto a algunas prácticas devocionales.
Uno de los santos que mayor impulso y propagación le dio al “mes de María”, fue San Felipe Neri (†1596). El santo aconsejaba e invitaba a los jóvenes a ofrecer obsequios a la Virgen durante el mes de mayo.
Hacia finales del s. XVII, estuvo ampliamente difundida esta práctica, aceptada por la iglesia, de dedicar a la Virgen el “mes de mayo”, cobrando aún mayor fuerza a partir del s. XVIII.
En el “mes de mayo” dedicado a la Madre de las Madres, entre los diversos acontecimientos de importancia que la iglesia celebra está: la conmemoración de la primera aparición de la Virgen en Fátima (13 de mayo) y la fiesta de María Auxiliadora (24 de mayo). También la iglesia realiza otra clase de manifestaciones como los sábados de mayo, el Rosario de la Aurora, procesiones, consagraciones, peregrinaciones, novenas, etc.
Sobre el mes de mayo existe un escrito del padre jesuita Alfonso Muzzarelli, titulado “el mes de María”, uno de los libros marianos más difundidos desde su aparición en 1785.
Este día dedicado a la Santísima Virgen María al parecer se originó en la edad media, por propio deseo de la Virgen según lo refieren los testimonios de la época que publicaron y señalaron lo ocurrido.
El hecho que tiene la apariencia de una leyenda, aconteció en una iglesia de Constantinopla, en donde tenían una estatua de la Virgen, cubierta por una cortina, la cual misteriosamente se corría sola todos los viernes desde las vísperas, hasta el siguiente día de las vísperas del sábado, suceso que luego interpretaron como deseo de la Virgen de ser honrada expresamente en ese día.
La Explicación del motivo real de la consagración de este día a la Virgen la ha dado la iglesia, al formular que el “sábado” nos hace presente como un “memorial” la “compasión” y “soledad”, que vivió la Virgen el “sábado santo”, cuando Jesús estuvo en el sepulcro.
Personalmente creo que la Virgen, como nadie seguramente, confió y esperó en la resurrección de su Hijo, que había profetizado “destruid este Santuario y en tres días lo levantaré” (Jn 2, 19). Me atrevería a decir que Ella, ese día, anticipadamente se preparó y vivió la resurrección de Jesucristo en su corazón. No quedó defraudada como reza el salmo.
Uno de los más fervorosos en propagar la consagración del sábado en honor de la Virgen fue San Pedro Damián. Él argumentaba que “el sábado significa descanso, pues leemos que Dios descansó en este día ¿No era pues conveniente que este día fuese dedicado a la Santísima Virgen, en la cual la Sabiduría eligió su morada y descansó como un lecho santísimo”.
La Virgen se ha revelado como una Madre Misericordiosa, prometiéndonos derramar abundantes gracias por su intercesión. A continuación, citamos varias de las promesas que la Virgen María hizo a algunos de sus santos devotos:
PROMESAS QUE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, PROMETIÓ A SANTA BRÍGIDA, DE CONCEDER SIETE GRACIAS A LAS ALMAS QUE LA HONREN DIARIAMENTE CON SIETE AVEMARÍAS, CONSIDERANDO SUS SIETE DOLORES[8]:
1. Pondré paz en sus familias.
2. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4. Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la Santificación de sus almas.
5. Les defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
6. Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta vocación (a mis dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.
LAS QUINCE PROMESAS QUE HIZO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA A SANTO DOMINGO DE GUZMÁN[9] Y AL BEATO ALANO DE LA RUPE PARA LOS DEVOTOS DEL SANTO ROSARIO FUERON ESTAS:
1. Los que fielmente me sirven mediante el rezo del Santo Rosario, recibirán insignes gracias.
2. Yo prometo mi protección especial, y las más notables gracias, a todos los que recitasen el Santo Rosario.
3. El Rosario será la defensa más poderosa contra las fuerzas del infierno. Se destruirá el vicio; se disminuirá el pecado; y se vencerá a todas las herejías.
4. Por el rezo del Santo Rosario florecerán las virtudes; y también las buenas obras. Las almas obtendrán la misericordia de Dios en abundancia. Se apartarán los corazones del amor al mundo y sus vanidades; y serán elevados a desear los bienes eternos. Ojalá que las almas hiciesen el propósito de santificarse por este medio.
5. El alma que se recomienda a mí por el rezo del Santo Rosario, no perecerá jamás.
6. El que recitase el Santo Rosario devotamente, aplicándose a meditar los Sagrados misterios, no será vencido por la mala fortuna. En su justo juicio, Dios no lo castigará. No sufrirá la muerte improvisa. Y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios; y será digno de alcanzar la vida eterna.
7. El que conserva una verdadera Devoción al Rosario, no morirá sin los Sacramentos de la Iglesia.
8. Los que fielmente rezan el Santo Rosario tendrán en la vida y en la muerte, la luz de Dios; y la plenitud de su gracia. En la hora de la muerte, participarán de los méritos de los Santos en el Paraíso.
9. Yo libraré del Purgatorio a los que han acostumbrado el rezo del Santo Rosario.
10. Los que permanecen como fieles hijos del Santo Rosario merecerán un grado elevado de gloria en el Cielo.
11. Se obtendrá todo lo que se me pidiere mediante la recitación del Santo Rosario.
12. Todos los que propagan el Santo Rosario recibirán mi auxilio en sus necesidades.
13. Para los devotos del Santo Rosario, he obtenido de mi Divino Hijo, la intercesión de toda la Corte Celestial, durante la vida y en la hora de la muerte.
14. Todos los que rezan Santo Rosario son hijos míos y hermanos de mi Único Hijo Jesucristo.
15. La Devoción al Santo Rosario es gran señal de la predestinación.
- Dijo la Virgen a Santa Gertrudis que “A todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales”.
- Santa Brígida escuchó de la Virgen decir: “Yo, su Madre y Señora amantísima, saldré al encuentro de mis devotos a la hora de su muerte, para consolarlos y fortalecerlos”.
- La Virgen le dijo a Santa Matilde: “Yo a todos los que me sirven devota y santamente los quiero favorecer fidelísimamente en la hora de la muerte como madre piadosísima, y consolarlos y defenderlos”.
- La Virgen también le dijo a Santa Brígida: “Quiero, pues, que todas las Vísperas os reunáis tú y tu familia para cantar el himno AVE MARIS STELLA, y yo os auxiliaré en todas vuestras necesidades”. Y, hablando del Purgatorio le dijo: “Yo soy madre de Dios, y madre de todos los que están en el purgatorio; porque todas las penas que se han de dar a los que allí se purgan por los pecados, por mi intercesión se mitigan de alguna manera cada hora”.
- La Virgen le dijo a Santa Verónica Giuliani: “La fuente de las gracias es mi corazón, y éste será para ti voz ante Dios. No pidas nunca tú, haz pedir a mi corazón”.
- La Virgen le dijo a Don Bosco: “¡Yo amo a los Salesianos porque ellos me aman”. Apoyado en estas celestiales palabras Don Bosco dirá a sus hijos: “Cuando escribáis a vuestros padres y parientes decidles que todos los que tienen Salesianos e Hijas de María Auxiliadora se salvarán todos hasta la tercera y cuarta generación”.
[1] Santa Gertrudis y Santa Matilde, se puede decir que fueron dos almas gemelas. El Señor quiso que se juntasen en el Monasterio de Helfta, en Sajonia, y compartiesen sus experiencias místicas. Santa Gertrudis nació el 6 de enero de 1256. Los libros en donde se han recogido sus experiencias son: Los cinco libros del "Heraldo de la amorosa bondad de Dios”, mejor conocidos como “Revelaciones de Santa Gertrudis” y el “Libro de la Gracia Especial”, llamado “Revelaciones de Santa Matilde”. La santa murió el 19 de noviembre de 1298 y Santa Gertrudis el 17 de noviembre de 1302.
[2] San Leonardo de Porto Mauricio perteneció a la Orden Franciscana. Refiriéndose a la devoción de las Tres Avemarías exclamaba: “Oh, que santa práctica de piedad. Este es un medio muy eficaz de asegurar vuestra salvación”. Fue uno de los grandes propagadores del Vía Crucis.
[3] Ellos tenían la costumbre de rezar el Avemaría después de Completas en intervalos de tres tiempos, al son de varios repiques de campana.
[4] En la práctica no está siendo utilizado.
[5] Llamado también “Salterio” u “Oficio Divino”.
[6] Extenso poema de 430 composiciones que compuso Alfonso el Sabio a la Virgen María. Está considerada como uno de los más grandiosos poemas de la poesía religiosa.
[7] Santa Brígida nació en Finsta, Upland-Suecia, en el año 303. Estuvo casada con el Caballero Ulf Gudmarsson con quién procreó ocho hijos, quedando viuda. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Fundó la Orden del Santísimo Salvador. El Señor la favoreció con muchas visiones. Murió en Roma el 23 de julio de 1373. En 1492 se publicó por primera vez el libro de sus Revelaciones.
[8] 1. Profecía de Simeón.
2. La huida a Egipto.
3. El niño Jesús perdido en Jerusalén durante tres días.
4. La cruz a cuestas por la calle de la amargura.
5. La Crucifixión y muerte de Jesús.
6. El descendimiento. Jesús muerto en sus brazos.
7. La sepultura de Jesús y la Soledad de María.
[9] Santo Domingo de Guzmán nació en Caleruega de Castilla-España el 24 de junio de 1172. Fundador de la Orden de Predicadores. Se le atribuye ser el portador y propagador del Santo Rosario por encargo de la Virgen. Murió en Bolonia-Italia el 6 de agosto de 1221. En esta ciudad consintió ser enterrado junto a sus amados frailes.